viernes, 16 de noviembre de 2012

La «razón» en la filosofia


 
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¿Cuál es la idiosincrasia de los filósofos, preguntáis?...
Su falta de sentido histórico, por ejemplo; su odio hacia cualquier representación del devenir, su «egiptismo».
Creen hacerle un favor a algo cuando lo sacan de la historia, sub specie aeterni, cuando hacen de ese algo una momia.
Todo lo que los filósofos desde siglos han manejado no es más que conceptos-momia.
Nada realmente vivo sale de sus manos.
Sólo matan y disecan; esos idólatras del concepto, cuando adoran, son un peligro para la vida de todas las cosas.
La muerte, el cambio, la vejez, como el alumbramiento y el crecimiento, son para ellos objeciones, o más bien refutaciones.
Lo que es, no será, lo que será, no es... Ahora bien: todos creen, y con desesperación, en el ser.
Pero como no se lo pueden apropiar, buscan las razones de por qué se les escapa. «Debe de haber un espejismo, un engaño, que nos impide percibir el ser: ¿dónde se esconde el engañador?» «Ya lo tenemos», gritan contentos: «es la sensualidad».
Los sentidos -tan inmorales- nos engañan acerca del verdadero mundo; en consecuencia, hay que desembarazarse del testimonio de los sentidos, del devenir, de la historia, de la mentira (la historia no es sino la creencia en los sentidos, la creencia en la mentira).
Hay que decir que no a todo aquello en que nos hacen creer los sentidos, negar hasta la última partícula de nuestra humanidad, nuestra bajeza de «hombre común».
Ser filósofo equivale a ser momia, defender el monótono-teismo con una mímica de enterradores.
Y acabar antes que nada con el cuerpo, esa idea fija de los sentidos, tan digno de lástima, cargado con todos los errores de la lógica, refutado, imposible, aunque tan insolente como para atreverse a existir.

Del Ocaso de los ídolos de F. Nietzsche