viernes, 22 de enero de 2010

Así hablaba Zarathustra

2
Zaratustra bajó solo de las montañas sin encontrar a nadie.
Pero cuando llegó a los bosques surgió de pronto ante él
un anciano que había abandonado su santa choza
para buscar raíces en el bosque.
Y el anciano habló así a Zaratustra:
No me es desconocido este caminante:



hace algunos años pasó por aquí.


Zaratustra se llamaba; pero se ha transformado.
Entonces llevabas tu ceniza a la montaña:
¿quieres hoy llevar tu fuego a los valles?
¿No temes los castigos que se imponen al incendiario?
Sí, reconozco a Zaratustra.
Puro es su ojo, y en su boca no se oculta náusea alguna.
¿No viene hacia acá como un bailarín?
Zaratustra está transformado,
Zaratustra se ha convertido en un niño,
Zaratustra es un despierto:
¿qué quieres hacer ahora entre los que duermen?
En la soledad vivías como en el mar, y el mar te llevaba.
Ay, ¿quieres bajar a tierra?
Ay, ¿quieres volver a arrastrar tú mismo tu cuerpo?
Zaratustra respondió: «Yo amo a los hombres.»
¿Por qué, dijo el santo, me marché yo al bosque y a las soledades?
¿No fue acaso porque amaba demasiado a los hombres?
Ahora amo a Dios: a los hombres no los amo.
El hombre es para mí una cosa demasiado imperfecta.
El amor al hombre me mataría.
Zaratustra respondió:
«¡Qué dije amor! Lo que yo llevo a los hombres es un regalo.»
No les des nada, dijo el santo.
Es mejor que les quites alguna cosa



y que la lleves a cuestas junto con ellos
- eso será lo que más bien les hará: ¡con tal de que te haga bien a ti!
¡Y si quieres darles algo, no les des más que una limosna,



y deja que además la mendiguen!
«No, respondió Zaratustra,
yo no doy limosnas.
No soy bastante pobre para eso.»
El santo se rió de Zaratustra y dijo:
¡Entonces cuida de que acepten tus tesoros!
Ellos desconfían de los eremitas
y no creen que vayamos para hacer regalos.
Nuestros pasos les suenan demasiado solitarios por sus callejas.
Y cuando por las noches, estando en sus camas, oyen caminar a un hombre mucho antes de que el sol salga,
se preguntan: ¿adónde irá el ladrón?.
¡No vayas a los hombres y quédate en el bosque!
¡Es mejor que vayas incluso a los animales!
¿Por qué no quieres ser tú, como yo,
- un oso entre los osos, un pájaro entre los pájaros?
«¿Y qué hace el santo en el bosque?», preguntó Zaratustra.
El santo respondió:
Hago canciones y las canto; y, al hacerlas, río, lloro y gruño:
así alabo a Dios.
Cantando, llorando, riendo y gruñendo alabo al Dios que es mi Dios.
Mas ¿qué regalo es el que tú nos traes?
Cuando Zaratustra hubo oído estas palabras saludó al santo y dijo:
«¡Qué podría yo daros a vosotros!
¡Pero déjame irme aprisa, para que no os quite nada!»
-Y así se separaron, el anciano y el hombre,
riendo como ríen dos muchachos.
Mas cuando Zaratustra estuvo solo, habló así a su corazón:
«¡Será posible! ¡Este viejo santo en su bosque
no ha oído todavía nada de que Dios ha muerto!» –



"Chaltén" ("montaña que fuma", en lengua tehuelche)

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