Esta entrada está didicada con todo el aprecio al POETA GUSTAVO FIGUEROA V.
F. Nietzsche afirma que ya a los siete años de edad era consciente de que ninguna “palabra humana” podría tocarlo.
Cuando un niño juega se sumerge en el juego, él mismo es el juego. Desaparecen los padres, el mundo, él mismo desaparece. ¿En ese instante puede “palabra humana” alguna tocarlo?
Ese instante es un instante de éxtasis, es un instante de soledad pura. En ese momento no eres ni un niño ni un adulto ni un viejo, no eres feo ni hermoso, no estás enfermo ni saludable, ni rico ni pobre, no eres del norte o del sur o del oeste o del este, ni alto ni bajo, no eres un pecador o un culpable…y no eres… un creyente...
Ninguna “palabra humana” puede tocarte.
La sociedad y la cultura permiten estos momentos, y así, solo por instantes, pero no es posible que permita que toda la vida sea ese gran instante.
Es imposible que la dinámica de la cultura como está pensada se base en semejantes estados de conciencia.
La historia registra que existió un momento la posibilidad de pensar la existencia desde otra perspectiva, cuando Sócrates afirmaba y ponía a girar al universo en torno de su “solo sé que nada sé”.
Es decir, llegó a dibujar la posibilidad de no saber si era griego o persa, si creía en los dioses o no creía, si era necesaria la guerra o no lo era, si era aristócrata o no.
Ese es el gran peligro de llegar a estados de soledad, porque se empieza a ver de otra manera y no de la forma que está programada para que veas.
Es como decir de un momento a otro para qué escribir de derecha a izquierda; sería imposible que alguien en el mundo de los escribientes y lectores de derecha a izquierda pudiera oír.
La sociedad obliga a ser como ha establecido que debes ser. No puedes ser de otra forma que las matrices que han sido programado para ti.
Intenta ser de otra manera, y serás marginado, empujado a ser un solitario un incomprendido. Un despreciado. Debes emprender una guerra a muerte contra lo establecido que te obligará a obedecer a como dé lugar, no tienes alternativa, o claudicas o claudicas.
La cultura te condena al infierno si no obedeces.
Pero la misma soledad te puede dar el mejor regalo: la creatividad. Cuando te vuelves un creador te inventas a ti mismo, ya dejas de ser un patrón establecido que debes seguir y obedecer, empiezas a saborear la libertad.
Prueba un momento de soledad y traza una línea o escribe una palabra o una frase o piensa en alguien, verás como el universo se llena de ti mismo, has dado tu primer paso hacia ti, sin temor, con total confianza y felicidad. En ese momento no eres esclavo de nadie, ni siquiera de ti mismo.
Ninguna “palabra humana” puede tocarte.
"Allí gozó de su espíritu y de su soledad y durante diez años no se cansó de hacerlo."